La insolencia


La Insolencia Drag Food

Matías es un claro ejemplo de chileno, joven y emprendedor que a veces, las ideas más sencillas y dar servicio a los más cercanos son la mejor manera de emprender un negocio.

Leiva arrancó su negocio con 6.000 pesos que invirtió en la compra de los ingredientes necesarios para realizar sándwiches y se lanzó a venderlos en la calle.

Actualmente La Insolencia factura 2 millones de peso al día y cuenta con una plantilla que produce y distribuye más de 2.000 sándwiches diarios por todo Santiago.

Esta venta ambulante de alimentación se diferencia por la calidad y variedad del producto y los uniformes que llevan los vendedores.

Los matinales de televisión se lo peleaban el 2019, los periodistas lo llamaban a cada rato y él tenía que hacer una elección: o ir al estudio de “Bienvenidos” con Tonka Tomicic y Martín Cárcamo o hacer un contacto en directo con Carolina de Moras y Rafael Araneda para “La Mañana” de Chilevisión.

Matías Leiva dice que aún le cuesta creer lo que pasó en marzo de este año, cuando su historia apareció publicada en La Tercera TV y de ahí a la fama, sólo un paso. No es para menos, considerando lo que ha logrado en poco más de un año de iniciado su negocio: de vender 12 panes en la calle, ahora le compran 1.200 diarios.

Un genio del marketing que jamás estudió esa disciplina, un joven cuya fuerza y empuje son motivo de admiración no sólo de los chilenos, sino que de personas de todo el mundo, que le dejan mensajes todos los días en el Fan Page de su emprendimiento, La Insolencia Drag Food. Razones de sobra para que el profesor de Marketing de la Escuela de Negocios, Luciano Castellucci, lo invitara a compartir su experiencia con alumnos, encuentro que se concretó el pasado 25 de agosto en el auditorio del edificio A de la Universidad Adolfo Ibáñez.

¿Cómo partió todo?

Año 2015. Matías trabajaba en una empresa donde su sueldo eran 500 mil pesos, pero a la vez, tenía una deuda de casi 4 millones. Fue al banco, a intentar repactar la deuda, donde le dijeron que de hacerlo, debía pagar 200 mil pesos mensuales. Simplemente no le alcanzaba, era imposible. “Me di cuenta que necesitaba generar plata todos los días, no sólo una vez al mes.” De camino a su casa, pasó por el supermercado y compró harina, levadura, queso y jamón. Se levantó de madrugada a hornear y salió a la calle, al Paseo Ahumada, donde tenía que venderlos antes de las 8:30 am, porque a las 9 entraba a trabajar. “Pan amasado, recién horneado, con jamón y queso a sólo mil pesos” cantó Matías, y logró vender los 12 panes que llevaba consigo.

Al día siguiente, horneó el doble de panes. Salió al Paseo Ahumada, esta vez con su socio y amigo, “Sebita”, a quien le pidió que mirara todo que pasaba en la calle, porque él no quería ser igual a los demás vendedores ambulantes. Lo vendieron todo nuevamente, y luego, Matías decidió el mismo coser el primer uniforme que los caracteriza hasta el día de hoy. Se inspiraron en los antiguos vendedores de los cines, y así, de a poco y casi sin quererlo, fueron creando su marca, a la cual no le faltó el nombre: La Insolencia Drag Food.

La Insolencia

“Le pusimos la insolencia porque queríamos ser insolentes con la calle,” cuenta Matías, quien pronto se dio cuenta que “no sólo es importante la historia, sino que también cómo la vas contando”. También, dice, a la semana de haber iniciado el negocio, se percató que más que un sándwich, habían creado una marca. “Cuando los clientes se llevan nuestro pan en las bolsas, la cargan como si fuera una bolsa Armani”.

Se hicieron un Fan Page en Facebook y como la primera clienta que les puso un buen comentario se llamaba Paulina, decidieron inventar un sándwich que lleva su nombre en su honor, cuyos ingredientes cambian todos los días de la semana.

Y así, a los 4 meses de comenzar el negocio, este iba viento en popa, tanto que decidieron darle trabajo a otra persona para que los ayudara. “Ese día lloré, le dije al Sebita que ahora nunca más íbamos a estar solos. Pero tuve 4 meses para conocer a mi socio.”

Lo aprendido

Hoy en día, el emprendimiento de Matías y Sebastián es sumamente exitoso, vendiendo casi 2 millones y medio de pesos al día. ¿Qué aprendió Matías en el camino? “Las cosas no se dan gratis. Entendí que había que levantarse tan temprano como tus compañeros de trabajo (más de 30 personas componen hoy La Insolencia) porque somos un equipo.” También cree que es importante conocer siempre las necesidades de los clientes y lo que pasa en el entorno. “No es lo mismo todos los días de la semana o todas las semanas del mes”, dice Matías, quien está convencido también, del poder de los detalles “un pan con etiqueta tiene otro valor.” Sin embargo, dice que la gran lección que aprendió es que cuando uno decide hacer las cosas, la vida cambia. “Pero hay que trabajar para eso.”

“Muchas veces haciendo clases de Marketing, especialmente cuando hablamos de marcas exitosas como Coca-Cola, Nike, Apple (la santa trinidad), muchos alumnos ven, con justa razón, a estos ejemplos demasiado lejanos y de alguna manera, muy poco aplicables en su día a día, siendo el principal obstáculo, la falta de recursos,” dice el profesor de Marketing de la Escuela de Negocios de la UAI, Luciano Castellucci. “Este cuestionamiento, totalmente válido, lo veo haciendo clases en pregrado, diplomados, magíster, masters y también en los MBAs. Es una objeción que sale siempre y en todos lados. Me imagino que le pasa a todos los profesores de Marketing. Sin embargo, lo interesante del mundo de las marcas, es que la receta del éxito es la misma, seas grande, mediano o pequeño. Se trata de pasión, creatividad, cuestionar el status quo y arriesgarse. Por eso, quise invitar a Matías Leiva, quien con 6 mil pesos y sin conocimientos profesionales, creó una marca que nada tiene que envidiarle a Starbucks o cualquier otro gigante… siempre hablando en términos de marca, es decir, de su relato y su experiencia. Lo interesante del caso de “La Insolencia” es que en poquito tiempo la marca logró diferenciarse y capturar el corazón de muchas personas. Si él pudo hacerlo, ¿cómo no hacerlo nosotros?” señala el profesor, quien cree, además que la de Matías es una de las mejores charlas que ha escuchado en la universidad.